La evolución, en el marco general del darwinismo, con las matizaciones que los progresos científicos han ido aconsejando, hoy en día, goza de una amplísima aceptación en la comunidad científica, aunque siguen algunos pensadores cuestionando que el evolucionismo sea una teoría rigurosamente científica. Es bien sabido que los términos evolucionismo y darwinismo han ido siempre de la mano y han generado apasionados combates dialécticos, casi siempre por motivos más ideológicos que científicos.
Yo tengo la impresión de que lo mucho que se ha escrito al respecto sobre esta temática, que tantas pasiones ha levantado, está demasiado disperso y lejano para la mayoría de los lectores no especialistas, que saben cosas en retales de un todo que bien merece la pena tener, en lo esencial, muy presente, si no se quiere caer en la trivialidad de lo tópico. Y más en la actualidad, porque los diversos enfoques que pretenden explicar la evolución expresan una serie de teorías con pretensiones científicas merecedoras, cuando menos, de ser integradas, compatibilizando sus respectivas aportaciones, en el concepto general del evolucionismo. Siempre, pues no parece que pueda hacerse de otra manera, tomando como referencia el darwinismo, aún en el caso extremo de que sea para hacer replanteamientos más o menos discrepantes, pues los presupuestos científicos de que partió Darwin han dado lo suficiente de sí para que desborden los límites de lo estrictamente biológico, proyectándose en lo social, lo político, lo económico y lo filosófico.